domingo, 23 de agosto de 2015

Diario VII

Hola lectores del cielo. Aquí está otra página del diario. Quería deciros que todavía no he descubierto a donde se dirigía. Espero que en la siguiente entrada de diario lo haya descubierto. Nada más, que disfrutéis.


29/02/1956
Aligeré el paso, y entre en el destartalado café; que ya consideraba como mi segunda casa. Me senté en la barra, y pedí un café mokka. Saqué mi libro preferido: La ciudad y las estrellas.
Y me lo volví a leer, la tercera vez que lo hacía. El camarero, John, vio la portada y sonrió, y yo le sonreí. Eso es normal, que nos comuniquemos con la mirada; mi madre decía que era mi don: comunicarme con la mirada.
Cuando me quedé sin café, cerré el libro dejando entre las hojas un jazmín. Me levanté y dejé dos chelines encima del plato.

Al salir las nubes empezaban a cubrir el cielo, y el viento empezaba a tornarse frío. Me dirigí al parque de la ciudad, donde me senté en el banco delante de una pequeña cascada, de la que continuamente caía agua, y que por la noche la iluminaban un par de focos desde debajo del agua del estanque.
Me senté y saqué el bloc, donde dibujé el pequeño jazmín, que había estado aplastado entre las páginas de la historia de Alvin. Cuando acabé de dibujarlo, arranqué un trozo de la página donde lo dibujé, y la puse en el hueco donde antes había estado la flor. Cogí el jazmín, y lo tiré al agua del estanque, donde se hundió, hasta que llegó al fondo, donde había muchos jazmines más.

Cuando llegué a casa, ya era de noche, y encendí la chimenea, y me puse a escribir. Cuando acabé el poema que empecé a escribir, cogí el trozo de papel, que había estado dentro del libro, lo observé, y lo tiré al fuego que ya se apagaba, y vi como las llamas lo consumían.

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